El día mundial de la mujer

-Mujeres eran las de antes -pronunció la voz ronca de Don Justiniano a mi oído. En frente, una congregación de féminas saludándose mutuamente entre rechinar de copas servidas con vino rosado espumante. Una escena que no salió jamás de mi retina mientras le contesté al viejo atorrante que todavía, a los 82 años, redistribuye sus ingresos entre la timba y las putas.

-Usted tiene razón Justino -repliqué-, con la militancia por la desaprición de las distinciones de género la mujer ha mutado a un ser humano con triangulito. Una maravillosa conversión cultural de la belleza natural que las mujeres tienen.

Don Justiniano se quedó en silencio asintiendo con la cabeza, aunque preguntándose si estoy definitivamente loco o le estaba tomando el pelo.

Yo le di un abrazo, como siempre, le pedí que se cuide, le recomendé que se gaste una moneda más pero compre Prime, me ajusté un talle el cinturón, miré fijo a una adolescente enfundada en una provocativa minifalda de gasa y un micro top adherido con violencia que cruzaba la calle y me fui caminando despacito, pegadito a la vidriera de una vinería, eligiendo la mejor relación calidad-precio para regar el chivo que me comería con los vagos, aprovechando que las mujeres están de festejo entre ellas.

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