Fealdades

-¿Hay algo más feo que una mujer policía?
-Sin dudas que sí: una mujer fea que se hace policía

Celos

-¿Con quién me voy a encontrar? Ya no soy la pendeja loca de cuando nos conocimos, me fui a tomar un helado con Melina, hay pruebas: mirá la blusita de la nena, está llena de frutilla –decía a viva vos una joven mujer, cargando a una beba en los hombros, que caminaba junto a un muchacho que le reclamaba algo que no alcancé a escuchar.
-A mi no me jodás. ¿Por qué te viniste antes, con quien te encontraste? –inquirió el hombre, flaco, de pelo corto con una trenza considerable cayendo sobre la nuca.
-Vos pensás eso porque no sé con quién te encontrarás cuando me decís que estás con tus amigos. No tenés derecho a hacerme esto, estoy metida en la casa todo el día y cuando decido ir a la heladería con Melina me hinchás las pelotas –se defendió la chica, de atractiva silueta y rasgos poco comunes.
-Vos te creés que soy gil. Decime con quién estuviste en la heladería, había tres vasitos de helado –acusó el muchacho, de barba corta y vestimenta zaparrastrosa.
-Ves que sos un boludo, en el vasito chiquito puse un poco de helado para la nena, lo dejé derretir un poco para que no le destemplara los dientes. El otro más grande era de mi helado y en el otro puse agua, mirá lo que te tengo que explicar cavernícola –afirmó la chica.
A esa altura del intercambio verbal ya habían detenido la caminata y se miraban fijamente el uno al otro mientras la nena llorisqueaba cada vez que su madre intentaba bajarla de los hombros. Extrañamente, la bebé ni se inmutaba con los gritos de sus padres. Finalmente, tras un instante de absoluto silencio, fue la niña quien dio por terminada la pelea de sus padres. Desde los hombros de la madre estiró sus cortos brazos en dirección al cuello de su padre, este sin pensarlo la tomó fuerte al mismo tiempo que le partió la boca de un beso a su pareja. Después siguieron caminando, a las risas como si nada hubiese pasado. En la esquina, a unos 30 o 40 metros de la pareja, confundido entre los transeúntes, un apuesto caballero enfundado en pilcha cara, sonreía mientras quitaba con su lengua restos de helado de frutilla de alrededor de su boca y de los dedos de la mano derecha.