Cuernudo, mandado y resignado; pero tan... feliz!

-De ninguna manera voy a permitir que esto siga así
-Pero es mi trabajo, ¿qué querés que haga?
-No lo sé, yo no puedo ser tu empleado doméstico y encima estar esperando que llegues a cualquier hora de la madrugada diciendo que venís de la oficina
-Me ponés entre la espada y la pared: no puedo dejar mi trabajo, pero tampoco quiero terminar con vos
-Hacé lo que quieras, yo me voy a lavar la ropa y a preparar la comida, acordate que invitaste a tu jefe a cenar
-Mmmmm, pero se canceló. En una hora nos vamos a México por 15 días, tenemos que presentar un proyecto
-Recién ahora me lo decís, yo tenía comprada la carne, los champignones y el malbec que me dijiste que le gusta al tipo
-No puedo hablar más, me voy a dar una ducha porque ya viene el taxi
-Está bien, hacé lo que quieras, la carnecita me la voy a comer con el Cholo y el Pato viendo el partido de Excursio por el TyC Sport

Él se dio cuenta pero no quiso decir nada. De la cartera de su esposa salía la puntita de las reservas para dos personas en una "exclusiva swit" de un hotel de la costa del Norte de Brasil.
Y en el reverso escrito en lapicera se leía: “No lleves ropa porque no pienso dejarte salir de la habitación. ¡Cómo te voy a dar chiquita!”.

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