Brillo inconfundible

Siento que ella está detrás de mí, me ve, me sigue, pero cuando quiero sorprenderla para tomarla fuerte y decirle que se quede conmigo para siempre, resguarda su figura.

Se siente segura ahí, escondida. Está convencida de que no la veo. De última, sabe que puedo sospechar de su cercanía pero siempre habrá espacio para la duda mientras no se muestre.

Me ve y se derrite con cada uno de mis movimientos. Piensa en lanzarse y decirme otra vez “sin vos no puedo vivir”. Repiensa, duda, descree, se desanima y le da la razón al fantasma que la aleja de mi presencia.

Se hace la boluda con sus sentimientos, se convence de que lo mejor para su vida no va a pasar y se conforma con el hombro de turno –a veces mullido, otras muy flaco- para acurrucar su inmensa belleza. Y su tembladeral interno. Le deja al consuelo mi lugar del nido, pero no puede cerrar el espacio de su ser que guarda mi existencia.

No tengo mucho para decirle. Sólo que los árboles que usa para esconderse sobran para hacer invisible su hermosa figura, aunque al resplandor de su brillo no lo podrán tapar ni los resabios de una guerra nuclear, como a las ganas de tocarla que siempre tengo.

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