Entre el amor y el estupro

El pibe, de 19, se enrolló en una relación con su sobrina, de 13 años. Amor, juran por Dios, los Santos Evangelios, el Pastor Giménez y el bailantero Gary. Pero nadie los entiende, menos los padres de la niña. Y entonces entra a jugar la Policía y la Justicia. Y la Policía, otra vez. La historia –absolutamente real, aunque parece caída de la cabeza de Jorge Maestro, Quique Estevanéz o cualquier otra brocha gorda del culebrón argento- se desarrolla en un pueblo chiquito. En el culo de un departamento también chiquito. Con poca gente, que se conoce casi inevitablemente entre sí. En una provincia en la que se sabe casi todo de todos. O, de tanto saber o creer saber, no se sabe nada de nada. Quién sabe.

Tampoco nadie sabe cuánto tiempo llevan los parientes amándose. Cómo fue la primera vez. Y otra vez, cuándo fue. Lo que si saben todos ahora es que el tío toca a la sobrina. Y la nena confesó: “Me gusta, nunca me obligó, ustedes no entienden”. Palabras más o menos, el discurso estremeció a los oyentes: los padres y los policías, empeñados en imputarle abuso sexual agravado por el vínculo al pibe. Lo quieren mandar a la cárcel. O al infierno, que es lo mismo.

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