Una cuestión de tiempo

Paulina es nauseabundamente bonita. Lo que muestra y lo que hay que encontrar es excepcional. Brilla más. Intuyo que la cara le duele, aunque ella me asegura que no.

-No se puede ser tan bella sin alguna consecuencia detestable –le marco, o mejor: la obligo a mostrarme la boca del paraíso. Todo brilla más aún cuando hace una mueca armónica con el contexto. Labios sutiles, inteligentes para no sobreexponer a la dama al ridículo. Rosados, muy rosados y limpios, sin vestigios químicos.

-Exagerás -me provoca Paulina riendo a morir, como si las arrugas no la amenazaran. –A mí me da la sensación que me estás jodiendo –denuncia, da un portazo y se va.

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